A la hora de gestionar nuestras finanzas, no todos seguimos una misma lógica. Hay quienes hacen uso de presupuestos y planes totalmente objetivos, y quienes prefieren guiarse de una manera algo más subjetiva. Ahí es donde entra lo que denominamos contabilidad mental. A continuación, os contamos en qué consiste este tipo de contabilidad, cuáles son sus ventajas o inconvenientes con respecto a la contabilidad tradicional y algunos ejemplos prácticos para entenderla.
¿Qué es la contabilidad mental?
El término contabilidad mental viene de la teoría creada por el Premio Nobel de Economía en 2017, Richard H. Thaler, y se podría definir como la forma irracional de tomar decisiones financieras sin tener en cuenta el valor objetivo del dinero.
Para entenderlo mejor, podemos ver un ejemplo real del día a día: Dos amigos planean una cena y ambos acuden con el mismo presupuesto, sin embargo, uno de ellos ha conseguido el dinero a través de una venta de segunda mano y el otro gracias a su sueldo mensual. El primero de ellos puede tener una predisposición mayor a gastar todo el presupuesto, ya que la forma de obtenerlo le ha resultado mucho más sencilla que a su amigo.
Dentro de las características más comunes de la contabilidad mental encontraríamos las siguientes:
- Es totalmente subjetiva. Cada uno la interpreta a su manera y varía según la persona, su educación, nivel socioeconómico…
- Suele ser irracional. No suele responder a valores objetivos del dinero.
- Es dinámica. La forma en la que calculamos nuestras finanzas de manera subjetiva puede evolucionar con el tiempo.
- Influyen factores como el momento de la compra o el método de pago. En ocasiones, cuando pagamos algo por adelantado (un concierto, por ejemplo) puede existir la creencia que llegado el momento de disfrutar de la compra es “gratis”.
¿Es aconsejable dejarse guiar por la contabilidad mental?
En general, los sesgos que produce la contabilidad mental tienen un carácter más negativo que positivo, al darle un valor más subjetivo al dinero el resultado suele ser un gasto mayor.
Por ejemplo, cuando recibimos un dinero extra con el que no contábamos o ajeno a nuestra nómina mensual, tenemos mayor predisposición a gastarlo. Algo similar sucede en épocas de rebajas, cuando vemos un descuento en porcentaje tenemos una mayor necesidad de gastar al observar un ahorro.
Por tanto, aunque en ocasiones podemos recurrir a esta herramienta, lo más importante es mantener un presupuesto de gastos tradicional que nos ayude a tener una información completa de todos nuestros ingresos y gastos.
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